Manuel was here
Considero que, a mis 46 años, es momento de aceptar que no voy a estar para siempre en este capítulo. Así que, en este viaje en el que voy volando a Korea para después dirigirme a mi país favorito después de México, es el momento exacto para irles contando una historia que va a acabar y, principalmente, dejarle a mis hijos el punto de vista del cocinero que más los ama en este mundo y algunas recetas por si las quieren preparar después.
Lo que pretendo dejar aquí no es un orden, sino una constancia de alguien a quien le gusta la comida y lo que la rodea, opino sólo de eso y espero en algún punto, provocar que quien llegue a leer esto se aventure a ir más allá de lo que tiene frente al espejo. Que tomen su destino en base a lo que sueñan y que viajemos juntos, en alma, a los sabores que encontremos en las descripciones personales.
También quiero aclarar que no soy bueno para resumir, así que, como habrá párrafos breves —posiblemente para cualquier nota de observación o hasta recordatorio para mí—, advierto que la mayoría de los escritos son largos, 100 % escritos por mí (sin inteligencia artificial) y generalmente con referencias gráficas, intentando incorporar también métodos como YouTube. Pero si me tardo, tengan paciencia, ya que no domino todavía esos canales.
Dedico esto a quienes me han dicho que haga esto: escribir. Porque, al parecer, le puede gustar a más gente. Pero mientras lo lean quienes me lo han pedido, siento haber cumplido con la meta. De todos ellos, principalmente a Lineth.
A mi padre, porque fue mi mayor fan: promocionaba más mis escritos que mi comida, y algún día íbamos a ser socios, pero se rajó. Te amo y te extraño mucho.
A mi madre, que se fue lejos y ojalá esté bien.
A mi familia, con la que comparto alegrías, penas y muchas comidas.
Y al último, para acentuar como se hace con las actrices principales, a mi esposa Mariana, que siempre me ha acompañado a hacer todo lo que se me ocurre y quien nos cuida todo el tiempo.
10 de septiembre, sobre el océano Pacífico.





