Oaxaca 1999, mis primeras palabras y una tlayuda.

Una banca frente a Santo Domingo, una noche en el Macedonio Alcalá, y cómo quiero a Oaxaca desde 1999.

Llegué a Oaxaca en 1999, con la ilusión de quedarme a vivir en esa ciudad mágica del sur de México, famosa por su comida tradicional y su riqueza cultural. Sólo estuvimos ese verano y luego nos fuimos a Guadalajara. Pero gracias a una noche en el Teatro Macedonio Alcalá, donde presentaron el libro Luzagua de Edmeé Pardo, una de mis anclas emocionales quedó para siempre enterrada en esta tierra oaxaqueña porque fue ahí donde realicé mi primer escrito. Y si todo sale bien, será Oaxaca donde baje el telón de mi vida.

Ya había vivido como local un año antes, y además de que mi padre era tragón, tuve la fortuna de que siempre me llevó a explorar tanto los restaurantes típicos, formales y tradicionales, como los mercados de comida, principalmente en el Distrito Federal (ahora Ciudad de México). Nunca me inculcó una preferencia por ninguno, y la verdad, se lo agradezco, porque esa apertura de probar de todo es lo que mantengo hasta hoy. Es justo lo que les inculco a mis hijos: que descubran cómo sabe la cocina en todas sus formas.

Mi primer amor gastronómico en Oaxaca fue la tlayuda con asientos y tasajo. Por eso, cada vez que regreso a este destino, lo primero que busco es comer una auténtica tlayuda oaxaqueña. Aunque la intenten replicar en otros lugares, la verdad es que sólo en Oaxaca tiene ese sabor profundo y único que la hace inolvidable.

La tlayuda oaxaqueña, para quienes no la conocen, es una tortilla grande y crujiente, más amplia que la palma de la mano de un adulto promedio. Se unta primero con asientos de manteca de cerdo, luego se acompaña con carne como tasajo, cecina adobada, chorizo o incluso pollo; lleva frijoles refritos, quesillo (mejor conocido como queso Oaxaca), tomate, aguacate, y a veces hoja santa. Todo coronado con una buena salsa tradicional. Es uno de los platillos más emblemáticos de la gastronomía oaxaqueña.

Es un platillo tradicional que forma parte del corazón de la cocina oaxaqueña. No sé si es más famoso que el mezcal o el mole negro, pero para mí es igual de entrañable desde 1999.

¿Y cuál es el mejor lugar para comer una buena tlayuda en Oaxaca? Además de cualquier puesto callejero o fondita, o si tienes la suerte de ser invitado a una casa oaxaqueña, uno de los lugares imperdibles es el mercado Benito Juárez. Ahí encontrarás cocinas de humo auténticas, llenas de sabor, experiencia y tradición. Son espacios donde se prepara comida tradicional oaxaqueña con décadas de historia. Para mí, es el mejor punto de referencia para entender qué sabe realmente bien en este gran estado.

Oaxaca está lleno de opciones gastronómicas: desde restaurantes de autor hasta comida callejera. No las conozco todas, y sé que hay muchas que valen la pena. Pero cada vez que estoy en Oaxaca, prefiero regresar a las fondas tradicionales, mercados locales y puestos de banqueta. Son esos lugares los que me sorprenden con sabores bien cuidados y que te dejan un recuerdo inolvidable de lo que comiste.

Les comparto aquí imágenes de las tlayudas que probé, además de dos restaurantes recomendados en Oaxaca: Levadura de Olla y Las Quince Letras, dos joyas que vale la pena visitar. También incluyo una sorpresa: los tacos de cajuela de un señor que conocí una mañana. No le pedí su nombre, pero les dejo la ubicación exacta donde lo encontré, por si salen temprano a correr o caminar y quieren probar unos tacos de guisado callejeros espectaculares. (aquí)

A Oaxaca todavía me falta escribirle mucho. Es un destino que sigue dándome historias, sabores y momentos que quiero compartir. Poco a poco, seguiré publicando mis experiencias con la comida típica oaxaqueña, los lugares que visito y todo lo que esta ciudad maravillosa me inspira.

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